martes, 8 de enero de 2013

DEMOS Y CRACIA

     El peligro mayor a la hora de hacer un diagnóstico sobre la realidad es confundir los síntomas con la enfermedad. El gran problema al que nos enfrenta la crisis económica que vivimos no es el déficit de las cuentas de los Estados, sino el déficit que supone la incapacidad de los gobiernos democráticos para gobernar el monstruo de los poderes financieros en una economía globalizada. En el capítulo XVII del Leviatan nos recordaba Hobbes que los pactos que no descansan en la espada no son más que palabras, sin fuerza para proteger al hombre, en modo alguno”. En nuestros tiempos, la espada del Estado-nación se muestra inofensiva para establecer reglas democráticas en una economía altamente globalizada, peligrosamente desregulada y donde la especulación financiera prima sobre la producción de bienes y servicios para atender las necesidades humanas.

     En la arquitectura institucional que estructura nuestras democracias acostumbramos a poner el énfasis en las constituciones, las leyes de leyes a las que deben someterse todas las normas del Estado. Olvidamos sin embargo, que fue la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 en Francia, inspirada en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776, el origen de nuestro sistema político basado en principios de libertad, igualdad y fraternidad. La Constitución Francesa de 1791 llega precisamente para garantizar unas instituciones capaces de defender los derechos proclamados en la declaración de 1789. Es el triunfo de la libertad del individuo, el pacto social para construir un Estado que proteja al ciudadano del abuso del poder, sometiéndolo a reglas para preservar sus derechos como persona.

      Tras la Segunda Guerra Mundial, tras el sueño de la razón que engendró el monstruo del fascismo, recién despierta de la pesadilla fratricida, Europa acometió la tarea de construir un espacio de convivencia pacífica sobre la base de tratados entre sus Estados. El Tratado de Roma dio origen a la Comunidad Europea, tomando como eje de su construcción la cooperación económica para hacer juntos un mercado común. Con el Acta Única Europea se avanzó en este camino institucional. Parecía que se apuntaba a una mayor cooperación política, hacia una cohesión económica y social. Pero la realidad tras el Tratado de Maatstricht y la creación del Euro ha sido decepcionante para las aspiraciones de una auténtica ciudadanía europea en una Europa federal.

      Los ciudadanos de los Estados miembros de la Unión Europea, hemos cedido soberanía a instituciones supranacionales con un alto déficit democrático. Los procedimientos de toma de decisiones siguen pasando por órganos donde están representados los gobiernos de cada país, sin que exista un verdadero gobierno de los europeos que tome decisiones pensando en el interés general de toda la ciudadanía. Construir una arquitectura institucional democrática de la Unión Europea, con un parlamento que represente a la ciudadanía en su conjunto, con un gobierno elegido democráticamente que tome decisiones en interés de todos, se hace urgente y necesario para fortalecer la capacidad de defendernos de los oscuros poderes financieros transnacionales. El camino recorrido hasta el momento ha sido generar instituciones para poner límites a las democracias nacionales pensando en el mercado común, ahora es tiempo de expandir la democracia para un auténtico gobierno de la ciudadanía sobre la política económica europea.

      En el ámbito de los Estados-nación se hace necesario reformar nuestros sistemas políticos para ganar calidad democrática. El debate ciudadano debe encaminarnos a lo que Barack Obama denominó como open government, gobiernos abiertos que sean transparentes, participativos y colaborativos. Transparencia entendida como derecho del ciudadano a acceder a la información de las administraciones de manera sencilla y clara, para un mayor control de la acción de los gobiernos. Participación que favorezca la implicación activa en las políticas públicas más allá del ejercicio del derecho al voto cada cuatro años. Colaboración entre administraciones, empresas y sociedad civil para alcanzar objetivos de interés general.

       Podemos recuperar la política como instrumento para hacer juntos una sociedad inspirada en valores de libertad, igualdad y fraternidad. Las democracias son organismos vivos que son saludables si se fortalecen con la práctica cotidiana. El ejercicio democrático diario es más necesario que nunca, porque sólo un demos de ciudadanos activos será capaz de recuperar el poder, la cracia, sobre el gobierno de nuestro destino compartido.

Publicado en La Opinión de Málaga el 8 de enero de 2013.

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