He
seguido con interés la campaña de Michelle
Bachelet por la presidencia
de Chile. El lema es Súmate
al Chile de todos, que
expresa una llamada inclusiva a la participación política
de la ciudadanía. El programa está escrito en lenguaje
de género, para chilenos y chilenas, con el propósito
de abordar la desigualdad para ser capaces de mirar al futuro del
país con confianza. Dedica un capítulo especial a la
equidad de género, como eje transversal para lograr una
sociedad de ciudadanos y ciudadanas verdaderamente iguales,
igualmente libres.
La
lucha del feminismo por la igualdad de la mujer es la lucha por la
libertad con mayúsculas, es la lucha por la emancipación
de la humanidad que está presente en el ideario del socialismo
desde sus orígenes. Tiene mucha razón Zapatero
cuando afirma que no se
puede ser socialista sin ser también feminista. La
dominación del hombre sobre la mujer tiene su origen en una
expresión más de la desigualdad de la sociedad
capitalista, de las clases sociales donde los individuos tienen
repartidas sus actividades productivas, considerando que el papel de
la mujer es el hogar, el cuidado de los hijos y de los mayores.
El
socialismo democrático sitúa la libertad en el centro
de su ideario. La política debe perseguir la construcción
de una sociedad donde las leyes garanticen la no dominación de
ningún ser humano sobre otro. Es el republicanismo cívico
de Phillp Pettit que
se extiende tanto al ámbito público como al privado. En
el espacio público son necesarias instituciones democráticas
que moderen el poder de los gobernantes, como la limitación de
mandatos, la separación de poderes y el sometimiento a la Ley.
En el espacio privado debemos legislar para erradicar uno de las
mayores amenazas de la libertad, la caída en el infortunio
quedando a merced de la necesidad. El Estado social es un escudo que
nos protege contra la adversidad, garantizando a la ciudadanía
el cuidado de su salud, la protección social ante el
desempleo, sin temor a tenerse que humillar ante nadie para
sobrevivir.
Por
eso no es casual que las mujeres de la clase trabajadora, las mujeres
socialistas, tengan un especial compromiso con la igualdad en las
políticas públicas. Ellas han experimentado la opresión
en su doble condición de mujeres y de trabajadoras, en una
sociedad que reparte injustamente el poder y que necesita una
profunda transformación para remover desde su raíz los
obstáculos que impiden la igual libertad de todas y de todos.
En
la reciente Conferencia Política del PSOE
las mujeres y hombres socialistas, hemos renovado el discurso y las
propuestas para la sociedad, la política y la economía
para el nuevo tiempo que tenemos que construir si queremos encarar el
futuro con esperanza. El documento definitivo dedica un capítulo
a las políticas para la igualdad. La equivocada e injusta
política económica del gobierno del PP
golpea especialmente a las mujeres. El 40% de las familias
monoparentales están por debajo del umbral de pobreza, y una
gran mayoría de estas familias tienen como responsable
principal a mujeres. Los recortes en atención a la dependencia
afectan en su inmensa mayoría a mujeres, que son el 67% de las
personas beneficiarias y el 94% de las cuidadoras.
Tenemos
el reto de firmar un nuevo contrato social, que garantice la igualdad
salarial entre hombres y mujeres, que reparta mejor las tareas de un
modo igualitario en el ámbito de la conciliación de la
vida laboral y familiar, que exija el acceso paritario de las mujeres
a las responsabilidades directivas en las empresas. Una sociedad
donde la condena a la lacra del terrorismo machista sea rotunda, de
tolerancia cero con los que practican o minusvaloran esta violencia
inaceptable, de apoyo decidido a sus víctimas. Un cambio de
valores en el que los hombres debemos implicarnos activamente, porque
también es necesaria una nueva masculinidad comprometida con
la causa feminista, con los valores igualitarios de la no dominación
de nadie sobre nadie. La asignatura de Educación para la
Ciudadanía debe volver a nuestra escuela para promover un
comportamiento cívico coherente con estos principios propios
de una sociedad sana.
Una
agenda pública de profundas reformas nos convoca, porque la
crisis es más profunda que la recesión económica.
Solamente encontraremos las respuestas adecuadas para afrontar el
futuro con confianza, seguridad y esperanza cambiando las preguntas,
poniendo en cuestión el sistema de valores con el que nos
hemos manejado hasta hoy en la sociedad, la política y la
economía. Las mujeres son las más cualificadas
valedoras de este necesario y profundo proceso de cambio. Mujeres
preparadas, con experiencia, con alma y corazón progresistas,
que saben lo que es la desigualdad porque la han experimentado
doblemente en sus propias carnes, sensibles ante la injusticia porque
les conmueve y rebeldes para superarla porque les indigna. Mujeres
como Michelle Bachelet,
Susana Díaz
y Carmen Chacón.
Publicado en La Opinión de Málaga el 18 de noviembre de 2013.