lunes, 18 de noviembre de 2013

LIBERTAD ES NOMBRE DE MUJER

      He seguido con interés la campaña de Michelle Bachelet por la presidencia de Chile. El lema es Súmate al Chile de todos, que expresa una llamada inclusiva a la participación política de la ciudadanía. El programa está escrito en lenguaje de género, para chilenos y chilenas, con el propósito de abordar la desigualdad para ser capaces de mirar al futuro del país con confianza. Dedica un capítulo especial a la equidad de género, como eje transversal para lograr una sociedad de ciudadanos y ciudadanas verdaderamente iguales, igualmente libres.
    La lucha del feminismo por la igualdad de la mujer es la lucha por la libertad con mayúsculas, es la lucha por la emancipación de la humanidad que está presente en el ideario del socialismo desde sus orígenes. Tiene mucha razón Zapatero cuando afirma que no se puede ser socialista sin ser también feminista. La dominación del hombre sobre la mujer tiene su origen en una expresión más de la desigualdad de la sociedad capitalista, de las clases sociales donde los individuos tienen repartidas sus actividades productivas, considerando que el papel de la mujer es el hogar, el cuidado de los hijos y de los mayores.
     El socialismo democrático sitúa la libertad en el centro de su ideario. La política debe perseguir la construcción de una sociedad donde las leyes garanticen la no dominación de ningún ser humano sobre otro. Es el republicanismo cívico de Phillp Pettit que se extiende tanto al ámbito público como al privado. En el espacio público son necesarias instituciones democráticas que moderen el poder de los gobernantes, como la limitación de mandatos, la separación de poderes y el sometimiento a la Ley. En el espacio privado debemos legislar para erradicar uno de las mayores amenazas de la libertad, la caída en el infortunio quedando a merced de la necesidad. El Estado social es un escudo que nos protege contra la adversidad, garantizando a la ciudadanía el cuidado de su salud, la protección social ante el desempleo, sin temor a tenerse que humillar ante nadie para sobrevivir.
Por eso no es casual que las mujeres de la clase trabajadora, las mujeres socialistas, tengan un especial compromiso con la igualdad en las políticas públicas. Ellas han experimentado la opresión en su doble condición de mujeres y de trabajadoras, en una sociedad que reparte injustamente el poder y que necesita una profunda transformación para remover desde su raíz los obstáculos que impiden la igual libertad de todas y de todos.
      En la reciente Conferencia Política del PSOE las mujeres y hombres socialistas, hemos renovado el discurso y las propuestas para la sociedad, la política y la economía para el nuevo tiempo que tenemos que construir si queremos encarar el futuro con esperanza. El documento definitivo dedica un capítulo a las políticas para la igualdad. La equivocada e injusta política económica del gobierno del PP golpea especialmente a las mujeres. El 40% de las familias monoparentales están por debajo del umbral de pobreza, y una gran mayoría de estas familias tienen como responsable principal a mujeres. Los recortes en atención a la dependencia afectan en su inmensa mayoría a mujeres, que son el 67% de las personas beneficiarias y el 94% de las cuidadoras.
       Tenemos el reto de firmar un nuevo contrato social, que garantice la igualdad salarial entre hombres y mujeres, que reparta mejor las tareas de un modo igualitario en el ámbito de la conciliación de la vida laboral y familiar, que exija el acceso paritario de las mujeres a las responsabilidades directivas en las empresas. Una sociedad donde la condena a la lacra del terrorismo machista sea rotunda, de tolerancia cero con los que practican o minusvaloran esta violencia inaceptable, de apoyo decidido a sus víctimas. Un cambio de valores en el que los hombres debemos implicarnos activamente, porque también es necesaria una nueva masculinidad comprometida con la causa feminista, con los valores igualitarios de la no dominación de nadie sobre nadie. La asignatura de Educación para la Ciudadanía debe volver a nuestra escuela para promover un comportamiento cívico coherente con estos principios propios de una sociedad sana.

       Una agenda pública de profundas reformas nos convoca, porque la crisis es más profunda que la recesión económica. Solamente encontraremos las respuestas adecuadas para afrontar el futuro con confianza, seguridad y esperanza cambiando las preguntas, poniendo en cuestión el sistema de valores con el que nos hemos manejado hasta hoy en la sociedad, la política y la economía. Las mujeres son las más cualificadas valedoras de este necesario y profundo proceso de cambio. Mujeres preparadas, con experiencia, con alma y corazón progresistas, que saben lo que es la desigualdad porque la han experimentado doblemente en sus propias carnes, sensibles ante la injusticia porque les conmueve y rebeldes para superarla porque les indigna. Mujeres como Michelle Bachelet, Susana Díaz y Carmen Chacón.

Publicado en La Opinión de Málaga el 18 de noviembre de 2013.

lunes, 9 de septiembre de 2013

UN RELATO ALTERNATIVO DE LA CRISIS

            Escuchaba decir a Alfonso Guerra que la manera honesta de hacer juicios valorativos sobre hechos históricos es hacerlo con relación a la información que se tenía en el momento. Hacer reflexiones sobre lo que se tenía que haber hecho en el pasado desde la posición ventajosa del conocimiento de lo que sucedió después es tramposo. Juzgar cómo el gobierno socialista de Zapatero se comportó en la evolución de la crisis, su capacidad de previsión, las medidas adoptadas, los ajustes de mayo de 2010, se ha convertido en un ejercicio de linchamiento injusto y a menudo erróneamente fundamentado.

            Es necesaria una narración de los hechos rigurosa que recomponga con veracidad el papel de los socialistas ante la crisis económica, explicando el sentido de las decisiones tomadas y los efectos que tuvieron en la economía, al tiempo que hacer examen crítico de lo que no se hizo bien, para ver el camino que queda por recorrer para salir de ésta.

            El primer reproche que se hace es que no supo ver venir la crisis, que hasta se negó su propia existencia. Vayamos a los datos de previsión de crecimiento para 2009 que se manejaban en 2008. El Servicio de Estudios del BBVA pronosticaba una contracción de entre el 0´1 y el 1´5% del PIB; la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS) hacía una previsión de contracción del 0´9%; el FMI auguraba una contracción del 0´7%. Con todos estos datos, que en 2008 manejaban reputados centros de estudios sobre la realidad económica, cualquier observador objetivo extraería la conclusión de que estábamos ante una desaceleración del crecimiento, incluso un aterrizaje suave de las burbujas financiera e inmobiliaria.

El término desaceleración comenzó a emplearse por la administración norteamericana y era el generalmente extendido entre expertos por aquel tiempo. La realidad de lo que luego pasó en 2009 estaba muy lejos de los pronósticos de estos expertos y sus carísimos gabinetes de estudios. Entramos en una profunda recesión con un desplome de nuestra economía del -3´7% del PIB. Efectivamente, no era una desaceleración, sino una profunda crisis económica, una recesión que afectaba a todas las economías de nuestro entorno y que nadie vio venir en su momento, por mucho que nos quieran contar algunos ahora.

¿Qué hicimos para afrontar la recesión? En la cumbre Washington del G20 se adoptó el acuerdo unánime de aprobar un enorme paquete de medidas fiscales de estímulo de la economía para luchar contra la recesión. En este contexto se pone en marcha un ambicioso plan de inversiones públicas con 8.000 millones de euros en 2009 y otros 5.000 en 2010. Fueron los conocidos como Planes E o Planes Zapatero. El resultado en términos de crecimiento del PIB fue que de un resultado negativo del -3´7% en 2009, la economía española pasó a frenar esa tendencia con un -0´3% en 2010 y un leve ascenso del 0´4% en 2011. Se había conseguido frenar la recesión y cambiar la tendencia. Tras esta herencia socialista, la política de austeridad a ultranza y recortes masivos del gasto público del gobierno de Rajoy, nos ha llevado de nuevo en 2012 a la recesión con un crecimiento negativo de -1´4%.

En mayo de 2010 tras la crisis de la deuda griega se decide por parte de la Unión Europea un paquete de ajuste fiscal muy duro. El gobierno socialista se enfrenta a uno de los momentos más difíciles de la legislatura. Zapatero presenta en el Congreso un conjunto de medidas de reducción del gasto público por un importe de 15.000 millones de euros a lo largo de dos años. Pero el ajuste obligado por las instituciones europeas a todos los países del euro, se lleva a cabo sin recortes en sanidad ni en educación, congelando temporalmente las pensiones y reduciendo en dependencia solamente sobre los pagos de atrasos. Preservando los pilares básicos del Estado de bienestar, se cierra 2010 con un déficit público medio punto inferior al objetivo previsto. Rajoy con su tijera destructora de políticas sociales es incapaz de cumplir sus compromisos.

Lo que no hicimos los socialistas desde el Gobierno fue presentar propuestas alternativas en Bruselas, trabajar para establecer una coalición con otros países y grupos políticos para resistir a las políticas que la Alemania de Merkel pretendían imponer desde las instituciones europeas, promover reformas fiscales para exigir más a los más ricos, cambiar el modelo económico para avanzar por la senda de la productividad basada en la innovación y el conocimiento. Estas son las tareas que deben marcar nuestra agenda en lo sucesivo, con la conciencia firme de que lo que hicimos estando en el Gobierno fue con el propósito de evitar un durísimo rescate y el consiguiente sufrimiento para la mayoría de nuestros conciudadanos, con el menor coste social posible.

Publicado en La Opinión de Málaga el 9 de septiembre de 2013.

domingo, 21 de julio de 2013

RAJOY TIENE UN PLAN

Vivimos una situación de emergencia nacional en la que son muchas las voces que llaman a alcanzar un gran acuerdo de Estado. El drama humano de los 6.200.000 parados, las miles de familias desahuciadas cada año, empujadas a la pobreza y la exclusión social, interpelan a nuestra conciencia colectiva como sociedad para que salgamos adelante con dignidad, solidariamente, protegiendo a los más vulnerables y sentando sólidas bases para recuperar la senda del crecimiento y el empleo.

            No hace mucho el presidente del Gobierno convocó a los representantes sindicales y de la patronal para hablar de la situación económica de España. Sobre el recuerdo de todos perdura la memoria del acuerdo como instrumento útil en la historia de nuestra democracia para afrontar momentos difíciles. Los Pactos de la Moncloa son una evidencia de que sí se puede llegar a acuerdos desde la discrepancia y el conflicto de intereses, mediante el diálogo y la concesión mútua para alcanzar un gran pacto nacional sobre nuestra economía. Pero las palabras del presidente al término del encuentro cayeron como un jarro de agua fría sobre las esperanzas de la ciudadanía. “El Gobierno tiene un rumbo fijado y sabe lo que hay que hacer”. Rajoy tiene un plan y no tiene la menor intención de apartarse de él.

            Y hay que reconocer que su proceder está siendo metódico y contundente. Rajoy tiene un plan para la sanidad, que pasa por degradar la calidad de nuestro sistema sanitario público como modelo de gestión universal, de calidad y a costes por ciudadano más que razonables, para dejar en manos privadas nuestra salud generando grandes beneficios para las empresas donde acaban siendo fichados los muñidores de las privatizaciones. Rajoy tiene un plan para la educación, que pasa por cumplir los compromisos con una jerarquía episcopal ultraconservadora, que anhela tiempos en los que la Iglesia tenía el monopolio del adoctrinamiento ideológico en la escuela pública, que pasa por volver a la enseñanza preconstitucional de reválidas, exclusión clasista y segregación por sexos. Rajoy tiene un plan para las relaciones laborales, que consiste en eliminar la negociación colectiva y la capacidad de los trabajadores de defender sus derechos laborales con la fuerza de la acción sindical en los centros de trabajo. Rajoy tiene un plan para las mujeres, que pasa por que no puedan decidir libremente sobre su maternidad, siendo tuteladas por otros que decidan por ellas al interrumpir su embarazo, que las obliga a tener hijos con graves problemas de por vida en contra de su voluntad, mientras les quita las ayudas para atender a la dependencia.

            Compatriotas, reconozcamos que Rajoy tiene un plan, pero no es un plan contra la crisis. Es un plan que pretende aprovechar la coartada de la crisis para romper los consensos constitucionales de la transición. La derecha que nos gobierna no es heredera centrista de la UCD de los Abril Martorell y Herrero de Miñón. Su herencia entronca con la Alianza Popular que aglutinaba a los dinosaurios del franquismo y que nunca estuvo satisfecha con la Constitución de 1978. Consideran que las ansias de libertad y democracia fortalecieron a la izquierda, por lo que se fue demasiado lejos haciendo concesiones y ahora es el momento oportuno de poner de nuevo las cosas en su sitio.

            Escuchaba hace poco en la radio el testimonio de un veterano médico. Era uno de los 700 que el puente del 2 de mayo recibió una carta de una crueldad increíble, aséptica, sin una sola frase de agradecimiento por la entrega profesional de 40 años, una carta en la que se le comunicaba la jubilación forzosa por parte de la Comunidad de Madrid. Se confesaba votante del PP e ideológicamente de derechas, y decía algo que me conmocionó, no por ser algo sabido sino por quién lo decía, “no se engañen ustedes, en Madrid no gobierna la derecha, gobierna la peor ultraderecha de España”.

            Este es el drama de nuestro tiempo político. Tenemos en el gobierno a un partido de derechas, secuestrado por la ultraderecha más reaccionaria, que concurrió a las elecciones con un mensaje sencillo y directo, un mensaje que caló en muchas y muchos ciudadanos de buena fe. Sabemos lo que hay que hacer para salir de la crisis, es necesario un cambio de gobierno para generar confianza, la economía mejorará enseguida y crearemos empleo pronto. Pero el despertar de la resaca tras el 20N de 2011 ha sido muy duro. De los compromisos electorales nada de nada, la agenda oculta del Gobierno marcada por la FAES de Aznar se ha puesto en marcha. Desmantelamiento del Estado social constitucional que tanto esfuerzo colectivo nos ha costado construir y retroceso en las libertades ciudadanas a golpe de autoritarismo y miedo a que todo se pueda poner peor.

            Cuánto se echa de menos en España una derecha social liberal o democristiana con sensibilidad social, que escuche atentamente la palabra evangélica del Papa Francisco, cuando dice que “la adoración del antiguo cordero de oro ha encontrado una nueva y despiadada imagen de la superstición en el dinero y en la dictadura de la economía sin rostro ni objetivo realmente humano”. Ese es el plan que necesitamos para España, un plan para hacer de la economía un instrumento al servicio de las personas, un plan contra la pobreza, la exclusión social y el abandono de los más débiles en esta despiadada crisis.

viernes, 26 de abril de 2013

Y TANTO QUE TOCA


           A menudo necesitamos recapacitar sobre el sentido de las acciones humanas, su alcance, sus límites y sus motivaciones. Los romanos tenían por sabia costumbre recordar a sus generales victoriosos su condición de seres mortales, para conjurarlos del riesgo de engañarse y sentirse dioses bajo los laureles de la victoria. Una voz al oído les recordaba la máxima mira hacia atrás y recuerda que sólo eres un hombre, dando el justo significado político y militar a su triunfo.
            En el reverso del carnet del PSOE está escrita una frase de Pablo Iglesias que dice: sois socialistas no para amar en silencio vuestras ideas, ni para recrearos con su grandeza y con el espíritu que las anima, sino para llevarlas a todas partes. Una frase para no olvidar, para tener siempre muy presente, que resume sintéticamente el sentido que debe impulsar a un partido político de izquierdas si quiere mantener su razón de ser. No dejar nunca de ser un instrumento útil a la ciudadanía, capaz de elaborar propuestas políticas para resolver los problemas de la gente y con capacidad de conexión con la sociedad en un diálogo abierto permanente.

            Recuperar la confianza de quien te ha dado la espalda requiere tiempo y no depende de uno, pero emprender el camino para hacerlo cuanto antes no puede retrasarse ni un instante más y es una tarea para la que no hay excusa posible. No quiero ni oir hablar más de no toca, de no es el momento o de con la que está cayendo. Con ese discurso hemos perdido más de un año en la tarea que los socialistas nos propusimos en el 38 Congreso celebrado en febrero de 2012 de renovar los modos de hacer política en el partido y hacia la sociedad. Los discursos que no favorecen una mayor libertad de la militancia, avanzar en democracia interna y favorecer el ejercicio de la sana crítica colectiva suenan poco a socialismo.
            La decisión democrática de los compañeros del PSOE de Galicia de convocar una consulta a toda la militancia para elegir a su Secretario General, fue una bocanada de viento fresco en la organización, que atisbó la esperanza de que por fin el anhelo de un militante un voto pudiera abrirse camino. Ahora parece que hay dudas en el ánimo de la dirección federal para hacerlo posible. Pues bien, me parece un error porque es ir contra los tiempos en un momento histórico donde es preciso tener la audacia de abrir el partido a la sociedad, comenzando por abrirlo a nuestras afiliadas y afiliados.

            Decía el personaje de la famosa novela de Richard Bach que los enemigos del ser libre son el miedo, la ira y el aburrimiento. Pues bien, es momento de valor para abrir un proceso participativo para cambiar, de diálogo para que la tarea sea colectiva de un modo abierto a todas y todos los que lo deseen y de generar esperanza en la ciudadanía de izquierdas porque somos capaces de impulsar un cambio de rumbo en la crisis.
            Los procesos los impulsamos las personas, no son inercias que se conducen solas y nacen por generación espontánea. Para que un proceso de cambio sea creíble, tiene que identificarse con un liderazgo que personifique los valores que desea promover. Esta por hacerse un relato justo del papel de los socialistas en el intento de gobernar los comienzos de la crisis, tan difícil de acometer ahora por el daño que hicieron los que pensaron que sacrificando a Zapatero habría salvación para ellos, cuando la realidad es que en ese fuego hemos ardido todos. Acto seguido es preciso tomar la responsabilidad y el riesgo de explorar nuevos caminos en el socialismo español y europeo, porque el tiempo que nos ha tocado vivir exige preguntas innovadoras que pongan en cuestión lo que muchos no se atreven a cuestionar y que está en el origen de los males que padecemos, este capitalismo despiadado y deshumanizado que hemos dejado que crezca como un Leviathan al que ahora hay que dominar para que no nos domine.

            Los laboristas británicos eligieron el camino del cambio, con un joven Ed Miliband que se presentó con el lema quiero un partido abierto a la sociedad, avanzando como alternativa convincente a los conservadores en el Reino Unido. Cada momento histórico tiene su generación y ahora nos toca a los socialistas españoles encontrar a nuestra o nuestro Ed Miliband para iniciar el camino de la ilusión, la esperanza y la capacidad de soñar con otra sociedad posible. Para que como decía Neruda seamos el mar que continúa, la fortificación de la esperanza, un minuto de sombra no nos ciega.

Publicado en La Opinión de Málaga el 26 de abril de 2013.

jueves, 28 de marzo de 2013

CIUDADANOS DE EUROPA, EMPODERAOS


          En la película de Roger Donaldson Trece días, que narra la crisis de los misiles de Cuba, Kennedy mantiene una coversación con su hermano Bob y su jefe de gabinete en la que hace mención al libro de la historiadora Barbara W. Tuchman Los cañones de agosto. Primera Guerra Mundial, han muerto trece millones de personas, todo porque los militares de cada alianza creían que podían prever las intenciones del enemigo basándose en experiencias de guerras anteriores. Pero el mundo y la tecnología habían cambiado y aunque aquello ya no era válido, actuaban así porque era lo único que conocían. Ni los soldados ni los civiles sabían por qué sus vidas estaban siendo destruidas, activaron un mecanismo de acontecimientos que se fueron precipitando y que no pudieron parar.

            La crisis está afectando a los cimientos de nuestras instituciones democráticas, resquebrajando las bases del contrato social forjado tras la Segunda Guerra Mundial, del Estado de Bienestar como modelo de convivencia, con una economía competitiva y un alto nivel de cohesión social. Aumenta la sensación de podredumbre del sistema entre la ciudadanía. Es frustrante ver como los gobiernos democráticos de los Estados-nación, no sirven para protegernos de las balas que disparan los poderes económicos y que están masacrando a diario al personal.

            Vivimos en un estado de desorientación generalizada alimentada por los ideólogos de la derecha neocón que nos ha metido en este lío. Nos golpean una y otra vez con sus mantras dirigidos a instalar la culpa en nuestras conciencias. Habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades, cuando con lo ocurrido en Chipre estamos a punto de descubrir que a lo peor también estamos ahorrando por encima de nuestras posibilidades.

            Es necesario pensar con claridad para encontrar respuestas haciendo las preguntas adecuadas. ¿Es posible en una economía globalizada, compitiendo en un mercado mundial, con la circulación del dinero por el mundo intencionadamente desregulada, tomar decisiones eficaces desde la debilidad política de cada Estado miembro de la Unión Europea? El mundo ha cambiado, las reglas de juego que impone la revolución tecnológica de nuestro tiempo demanda otras soluciones con otros instrumentos para hacerlas posibles. Los desafíos de la competitividad de nuestras empresas, del empleo sostenible y de calidad, de la necesidad de unos mercados financieros al servicio de la economía productiva, de una estrategia energética para el siglo XXI, solamente son abordables desde la fortaleza de la dimensión europea de las políticas.

            En el libro No es economía, es ideología del colectivo Economistas Frente a la Crisis, Josep Borrel dedica un capítulo al Gobierno económico europeo. Propone una serie de medidas entre las cuales la primera sería una estrategia de crecimiento para Europa, encaminada a reactivar la actividad económica y generar empleo con políticas anticíclicas que nos saquen de la recesión a la que nos lleva inexorablemente el austericidio.  En segundo lugar, introducir los eurobonos para financiar parcialmente los déficits públicos creando una Agencia Europea de la Deuda, para que podamos escapar de la trampa de la dichosa prima de riesgo, que está permitiendo la indecencia de que unos pocos ganen mucho dinero a base de empobrecer y hacer sufrir a la mayoría de la gente. En tercer lugar, pero no menos importante, regular los mercados financieros para que cumplan con la función de dar seguridad, proporcionando liquidez y crédito a las empresas que operan en la economía productiva.

            Mientras no seamos conscientes de que en esta tarea todos estamos concernidos, que es necesaria una revolución cívica que centre los debates sobre una mayor y mejor democracia de las instituciones que gobiernan Europa, estaremos errando el tiro. Es necesaria una ciudadanía que de el paso de la indignación y la protesta, a la insumisión y la propuesta. Un nuevo espacio público politizado con valores de decencia, ética y honradez, hecho por ciudadanos formados, informados y vigilantes, con poderes de cristal para un control democrático basado en la participación y la transparencia. Están surgiendo redes que tienen que fructificar mediante la toma de conciencia crítica para conducir a un empoderamiento cívico de dimensión europea. Hubo otros tiempos en los que generaciones tuvieron que hacerlo todo de nuevo porque estaba todo por hacer. Hoy es uno de esos momentos. Ahora nos toca a nuestra generación elegir entre ser lluvia de fértil esperanza o quedarnos tras los cristales viendo como siguen lloviendo piedras sobre nuestras cabezas y las de nuestros hijos.
 
Publicado en La Opinión de Málaga el 28 de marzo de 2013.

miércoles, 20 de febrero de 2013

AL FUEGO LENTO

     En su disco Reversos, Javier Ojeda versiona magníficamente el poema de José María Hinojosa Idea, cuyos primeros versos dicen: Al fuego lento, templé la guitarra, de mi pensamiento. El saber se templa en el fuego lento del tiempo para la lectura, la reflexión y el diálogo. Las cosas bien hechas necesitan su tiempo, son incompatibles con las prisas, esas que según decía mi padre son propias de los ladrones y los malos toreros.
       El ritmo frenético de los acontecimientos en esta era de las autopistas de la información es incompatible con la capacidad del ser humano de convertir esa información en saber para actuar en consecuencia, tomando decisiones inteligentes, justas y que resuelvan problemas. Es la tiranía del dominio de una realidad creada por poderes que se escapan a la capacidad de los gobiernos democráticos para defender a la ciudadanía. Uno tiene a menudo la sensación de que se gobierna a impulsos, corriendo como pollo sin cabeza hacia no se sabe donde.
      El Departamento de Negocios, Innovación y Habilidades británico recientemente hacía público un informe titulado «El futuro del comercio informático en los mercados financieros», en el que alerta del incremento de la contratación bursátil realizada por computadores frente a la hecha por agentes de bolsa tradicionales. Conforme advierte este organismo público encargado de fomentar el crecimiento económico, el mercado y la innovación en el Reino Unido, la contratación hecha por máquinas informáticas supone ya el 30% de las operaciones en Londres y puede superar ya el 60% en Estados Unidos. Con una tendencia al alza progresiva.
      No hemos reflexionado suficientemente sobre este proceso de deshumanización en la toma de decisiones financieras, que se suma a la realidad en unos mercados internacionales peligrosamente desregulados. Un combate desigual en el que las limitaciones del ser humano y su capacidad de errar se encuentran en clara desventaja ante decisiones que desestabilizan gobiernos, mandan al paro a millones de personas y sacrifican el futuro de generaciones. Decisiones que tienen efectos instantáneos y se producen a una velocidad inabarcable para la inteligencia humana, sin posibilidad de contrarrestar los dramáticos efectos que provocan en las economías y las vidas de las personas.
      Recientemente escribía el director de este diario un artículo a propósito de la necesidad de aprobar una rigurosa Ley de Transparencia, en el que pedía a los partidos abordar con seriedad, y no con urgencia este problema. Ésta y otras cuestiones necesitan profundas reformas radicales, que sean consecuencia de un debate a fondo, de modo participativo, que ataje de raíz los males que nos asolan. Reformas que no se limiten a un maquillaje superficial para salir del paso, sino que nos sirvan para construir respuestas actualizadas a las exigencias de libertad, igualdad y convivencia fraterna entre los seres humanos investidos como ciudadanos.
       Que lo urgente no nos distraiga de lo importante. Definir lo que es importante es el primer paso para ponerse a la tarea transformadora y para ello es indispensable una ciudadanía con una opinión formada. Vivimos en un mundo incierto, en el que la sobreabundancia de información actúa a menudo como un obstáculo para encontrar la solución a un problema o para averiguar la verdad de los hechos. Por las redes circulan a toda velocidad versiones contradictorias, interpretaciones dispares, mentiras interesadas y medias verdades.
    Ahora más que nunca cobra importancia la existencia de una prensa libre para una democracia sana y vigorosa, hecha por profesionales que traten con rigor la información, que promuevan debates plurales en los que las ideas se contrasten con la única fuerza de su capacidad para argumentar, donde tenga espacio de libertad para expresarse la opinión fundamentada, para una lectura sosegada y reflexiva. Cada vez que desaparece un periódico la democracia se vuelve más pequeña, más famélica, más indefensa.
      Necesitamos tomarnos nuestro tiempo, el tiempo necesario para hacer bien las cosas. Las mimbres con las que se hacen las buenas decisiones requieren el fuego lento de la lectura, la reflexión y el diálogo. Las respuestas apresuradas que sólo buscan un titular efectista son una trampa que únicamente puede conducirnos a generar más frustración. Nuestra ética debe estar dispuesta a vencer la inmediatez forjando la voluntad de dirigir nuestra vida por la senda de los sueños posibles.
Publicado en La Opinión de Málaga el 20 de febrero de 2013.

domingo, 27 de enero de 2013

FALTA POESÍA

Vivimos tiempos desalmados, tiempos en los que la lógica despiadada del dinero se impone sobre cualquier consideración humana, tiempos en los que el ministro de Finanzas de un país de los llamados desarrollados como Japón pide a los ancianos que se den prisa en morir porque su atención médica cuesta mucho dinero. Se está perdiendo la vergüenza y el pudor para mostrar descarnadamente el peor rostro del capitalismo, que ve a las personas como apuntes contables y las trata como mercancías o en el mejor de los casos como consumidores.

            Desde la revolución industrial el ser humano ha experimentado un desarrollo exponencial de su capacidad tecnológica para ordenar científicamente los conocimientos técnicos y convertir ese saber en un poderoso instrumento para fabricar cosas. Esto ha permitido aumentar nuestra capacidad de producción de bienes, de sofisticar los medios para que los intercambios alcancen dimensión planetaria. Ha supuesto el dominio en definitiva sobre los objetos corporales y las cuestiones materiales. Sin embargo, como ya nos alertaba en 1935 Ortega y Gasset en la Revista de Occidente, el ser humano ha fracasado una y otra vez ante los problemas propiamente humanos.

            El avance de la humanidad hacia sociedades más libres, más justas, más solidarias, con mayores cotas de bienestar para una gran mayoría, camina sin embargo a trompicones, lentamente, a menudo con pasos atrás que parecen tirar por la borda todo el esfuerzo acumulado. Hoy vivimos uno de esos momentos de la historia y buscamos una luz al final del oscuro túnel de la desesperanza que nos indique la salida.

            Un cambio cultural se hace necesario para situar al ser humano en el centro de la política, para construir otro mundo en el que la economía se ocupe de atender las necesidades de la gente, donde la generación de riqueza sirva para aumentar el bienestar de todos. Los cambios se hacen necesarios cuando lo que era útil deja de serlo, cuando un tipo de vida o pensamiento resulta irracional para algunos, allí surge el germen de la dialéctica del cambio, en la toma de conciencia crítica de algunos sobre esta necesidad, que se propaga como una oleada imparable para alumbrar una nueva realidad política.

            Es urgente poner alma en las acciones cotidianas, dar sentido a las cosas que hacemos en lugar de someternos al sentido de las cosas. María Zambrano en su concepto de razón poética armonizaba ambos aspectos del conocimiento humano, la razón y la poesía. Ambas amplían nuestras capacidades y ennoblecen nuestra condición humana de seres estructurados por la necesidad. Encontrar su profundo sentido, contemplando la realidad para comprenderla y desplegando después la enorme capacidad de transformarla son tareas propias del pensador y del poeta.

            Es el momento de defender el papel de los intelectuales como impulsores de los cambios sociales, como voces defensoras de la libertad y enfrentadas a los poderes no limitados por principios democráticos, como pedagogos que agiten la conciencia crítica de la ciudadanía para luchar por otra realidad que sí es posible. Este debe ser el cometido principal de la cultura en una sociedad democrática, favorecer espacios para el pensamiento y el debate. Lugares donde seamos capaces de alumbrar un nuevo pacto social de convivencia basado en valores que humanicen la política, la economía y la sociedad.

            Esta es una tarea colectiva que no puede reducirse a un lujo cultural que se recree en sí mismo, sino que debe extender su compromiso a toda la sociedad. La amplia red de equipamientos culturales y educativos son una oportunidad para que la ciudadanía se implique en esta empresa necesaria de un modo participativo, que fomente la creatividad y la expresión del pensamiento crítico. Escuelas de cultura para una sociedad mejor, que sea capaz de conducirse por la senda de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad derivada de instituciones democráticas para un nuevo tiempo.

            Todavía no hemos tomado conciencia de lo que está suponiendo esta crisis. La agenda política y social de temas que están sobre la mesa, nos interpela sobre cuestiones fundamentales para salir de este bucle destructivo en el que estamos atrapados. Es el momento de tomar conciencia de la necesidad de cambios profundos que no pueden ser para apuntalar el sistema. Vivimos en un edificio insano que necesita profundas reformas para hacerlo habitable. Es tiempo para alumbrar esperanza, hora de tomar partido hasta mancharnos, de comprometernos y actuar provocando nuevos actos, de poetas que empuñen armas cargadas de futuro como defendía Gabriel Celaya.
 
Publicado en La Opinión de Málaga el 27 de enero de 2013.

martes, 8 de enero de 2013

DEMOS Y CRACIA

     El peligro mayor a la hora de hacer un diagnóstico sobre la realidad es confundir los síntomas con la enfermedad. El gran problema al que nos enfrenta la crisis económica que vivimos no es el déficit de las cuentas de los Estados, sino el déficit que supone la incapacidad de los gobiernos democráticos para gobernar el monstruo de los poderes financieros en una economía globalizada. En el capítulo XVII del Leviatan nos recordaba Hobbes que los pactos que no descansan en la espada no son más que palabras, sin fuerza para proteger al hombre, en modo alguno”. En nuestros tiempos, la espada del Estado-nación se muestra inofensiva para establecer reglas democráticas en una economía altamente globalizada, peligrosamente desregulada y donde la especulación financiera prima sobre la producción de bienes y servicios para atender las necesidades humanas.

     En la arquitectura institucional que estructura nuestras democracias acostumbramos a poner el énfasis en las constituciones, las leyes de leyes a las que deben someterse todas las normas del Estado. Olvidamos sin embargo, que fue la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 en Francia, inspirada en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776, el origen de nuestro sistema político basado en principios de libertad, igualdad y fraternidad. La Constitución Francesa de 1791 llega precisamente para garantizar unas instituciones capaces de defender los derechos proclamados en la declaración de 1789. Es el triunfo de la libertad del individuo, el pacto social para construir un Estado que proteja al ciudadano del abuso del poder, sometiéndolo a reglas para preservar sus derechos como persona.

      Tras la Segunda Guerra Mundial, tras el sueño de la razón que engendró el monstruo del fascismo, recién despierta de la pesadilla fratricida, Europa acometió la tarea de construir un espacio de convivencia pacífica sobre la base de tratados entre sus Estados. El Tratado de Roma dio origen a la Comunidad Europea, tomando como eje de su construcción la cooperación económica para hacer juntos un mercado común. Con el Acta Única Europea se avanzó en este camino institucional. Parecía que se apuntaba a una mayor cooperación política, hacia una cohesión económica y social. Pero la realidad tras el Tratado de Maatstricht y la creación del Euro ha sido decepcionante para las aspiraciones de una auténtica ciudadanía europea en una Europa federal.

      Los ciudadanos de los Estados miembros de la Unión Europea, hemos cedido soberanía a instituciones supranacionales con un alto déficit democrático. Los procedimientos de toma de decisiones siguen pasando por órganos donde están representados los gobiernos de cada país, sin que exista un verdadero gobierno de los europeos que tome decisiones pensando en el interés general de toda la ciudadanía. Construir una arquitectura institucional democrática de la Unión Europea, con un parlamento que represente a la ciudadanía en su conjunto, con un gobierno elegido democráticamente que tome decisiones en interés de todos, se hace urgente y necesario para fortalecer la capacidad de defendernos de los oscuros poderes financieros transnacionales. El camino recorrido hasta el momento ha sido generar instituciones para poner límites a las democracias nacionales pensando en el mercado común, ahora es tiempo de expandir la democracia para un auténtico gobierno de la ciudadanía sobre la política económica europea.

      En el ámbito de los Estados-nación se hace necesario reformar nuestros sistemas políticos para ganar calidad democrática. El debate ciudadano debe encaminarnos a lo que Barack Obama denominó como open government, gobiernos abiertos que sean transparentes, participativos y colaborativos. Transparencia entendida como derecho del ciudadano a acceder a la información de las administraciones de manera sencilla y clara, para un mayor control de la acción de los gobiernos. Participación que favorezca la implicación activa en las políticas públicas más allá del ejercicio del derecho al voto cada cuatro años. Colaboración entre administraciones, empresas y sociedad civil para alcanzar objetivos de interés general.

       Podemos recuperar la política como instrumento para hacer juntos una sociedad inspirada en valores de libertad, igualdad y fraternidad. Las democracias son organismos vivos que son saludables si se fortalecen con la práctica cotidiana. El ejercicio democrático diario es más necesario que nunca, porque sólo un demos de ciudadanos activos será capaz de recuperar el poder, la cracia, sobre el gobierno de nuestro destino compartido.

Publicado en La Opinión de Málaga el 8 de enero de 2013.