En
la película de Roger Donaldson Trece días, que narra la crisis de los
misiles de Cuba, Kennedy mantiene una coversación con su hermano Bob y su jefe
de gabinete en la que hace mención al libro de la historiadora Barbara W.
Tuchman Los cañones de agosto. Primera Guerra Mundial, han muerto trece
millones de personas, todo porque los militares de cada alianza creían que
podían prever las intenciones del enemigo basándose en experiencias de guerras
anteriores. Pero el mundo y la tecnología habían cambiado y aunque aquello ya
no era válido, actuaban así porque era lo único que conocían. Ni los soldados
ni los civiles sabían por qué sus vidas estaban siendo destruidas, activaron un
mecanismo de acontecimientos que se fueron precipitando y que no pudieron
parar.
La crisis está afectando a los
cimientos de nuestras instituciones democráticas, resquebrajando las bases del
contrato social forjado tras la Segunda Guerra Mundial, del Estado de Bienestar
como modelo de convivencia, con una economía competitiva y un alto nivel de
cohesión social. Aumenta la sensación de podredumbre del sistema entre la
ciudadanía. Es frustrante ver como los gobiernos democráticos de los
Estados-nación, no sirven para protegernos de las balas que disparan los
poderes económicos y que están masacrando a diario al personal.
Vivimos en un estado de
desorientación generalizada alimentada por los ideólogos de la derecha neocón
que nos ha metido en este lío. Nos golpean una y otra vez con sus mantras
dirigidos a instalar la culpa en nuestras conciencias. Habíamos vivido por
encima de nuestras posibilidades, cuando con lo ocurrido en Chipre estamos a
punto de descubrir que a lo peor también estamos ahorrando por encima de
nuestras posibilidades.
Es necesario pensar con claridad
para encontrar respuestas haciendo las preguntas adecuadas. ¿Es posible en una
economía globalizada, compitiendo en un mercado mundial, con la circulación del
dinero por el mundo intencionadamente desregulada, tomar decisiones eficaces desde
la debilidad política de cada Estado miembro de la Unión Europea? El mundo ha
cambiado, las reglas de juego que impone la revolución tecnológica de nuestro
tiempo demanda otras soluciones con otros instrumentos para hacerlas posibles.
Los desafíos de la competitividad de nuestras empresas, del empleo sostenible y
de calidad, de la necesidad de unos mercados financieros al servicio de la
economía productiva, de una estrategia energética para el siglo XXI, solamente
son abordables desde la fortaleza de la dimensión europea de las políticas.
En el libro No es economía, es
ideología del colectivo Economistas Frente a la Crisis, Josep Borrel dedica
un capítulo al Gobierno económico europeo. Propone una serie de medidas
entre las cuales la primera sería una estrategia de crecimiento para Europa,
encaminada a reactivar la actividad económica y generar empleo con políticas
anticíclicas que nos saquen de la recesión a la que nos lleva inexorablemente
el austericidio. En segundo lugar,
introducir los eurobonos para financiar parcialmente los déficits públicos
creando una Agencia Europea de la Deuda, para que podamos escapar de la trampa
de la dichosa prima de riesgo, que está permitiendo la indecencia de que unos
pocos ganen mucho dinero a base de empobrecer y hacer sufrir a la mayoría de la
gente. En tercer lugar, pero no menos importante, regular los mercados
financieros para que cumplan con la función de dar seguridad, proporcionando
liquidez y crédito a las empresas que operan en la economía productiva.
Mientras no seamos conscientes de
que en esta tarea todos estamos concernidos, que es necesaria una revolución
cívica que centre los debates sobre una mayor y mejor democracia de las
instituciones que gobiernan Europa, estaremos errando el tiro. Es necesaria una
ciudadanía que de el paso de la indignación y la protesta, a la insumisión y la
propuesta. Un nuevo espacio público politizado con valores de decencia, ética y
honradez, hecho por ciudadanos formados, informados y vigilantes, con poderes
de cristal para un control democrático basado en la participación y la
transparencia. Están surgiendo redes que tienen que fructificar mediante la
toma de conciencia crítica para conducir a un empoderamiento cívico de
dimensión europea. Hubo otros tiempos en los que generaciones tuvieron que
hacerlo todo de nuevo porque estaba todo por hacer. Hoy es uno de esos
momentos. Ahora nos toca a nuestra generación elegir entre ser lluvia de fértil
esperanza o quedarnos tras los cristales viendo como siguen lloviendo piedras
sobre nuestras cabezas y las de nuestros hijos.
Publicado en La Opinión de Málaga el 28 de marzo de 2013.