El
remordimiento. Esa cadena tirana que nos engancha a la pesada bola de
nuestro sentimiento de culpa. La plomiza opresión del mantra
de nuestro tiempo que nos repite una y otra vez martilleando
insistentemente sobre nuestras conciencias, hemos
vivido por encima de nuestras posibilidades,
es una poderosa fuerza dirigida a doblegar la conciencia y la
voluntad de lucha de la ciudadanía ante esta injusta salida de
la crisis.
Pretenden
convencernos de que quienes montaron la fiesta del crédito
fácil y barato, para ganar enormes cantidades de dinero a
costa del sueño de la clase media trabajadora de tener una
casa en propiedad, no son en absoluto responsables del drama que
vivimos. Quienes no quisieron ver el contrato precario con sueldo
mileurista de un joven trabajador al pedir un crédito, sino
que lo animaron además a comprarse un coche nuevo, amueblar la
casa y darse un viajecito en vacaciones, ahora se convierten en
verdugos de su futuro ejecutando cientos de desahucios diarios.
La
codicia de los bancos por hacer negocios altamente lucrativos con el
crédito masivo, fue mayor que la prudencia que debieron tener
a la hora de evaluar riesgos dentro de una buena práctica del
negocio bancario. Claro que son altamente culpables de la situación
que vivimos, donde uno de los grandes problemas de nuestra economía
es el sobreendenudamiento de las familias al que contribuyeron
entusiastamente comercializando créditos y productos
financieros de modo irresponsable.
El
sector financiero que fue el origen de esta crisis brutal, pretende
que el problema del agujero en sus balances lo paguemos entre todas y
todos. Los defensores de la libre economía de mercado cuando
ganaban dinero, se tornan ahora en exigentes demandantes de la
intervención del Estado para socializar sus pérdidas
bajo la coartada de la crisis económica.
Es
hora de decir basta. Hicieron malos negocios y deben asumir las
consecuencias con las correspondientes pérdidas a su cargo. Y
para la gente que sufre, hay que plantear seriamente alternativas.
Resolver un drama humano que angustia a miles de familias a diario,
la despiadada máquina de ejecutar desahucios que dejan en la
calle a cientos de mujeres, hombres, ancianos y niños. ¿Por
qué el dinero que se va a dar a los bancos para que tengan
liquidez no pasa por levantar hipotecas de las familias que no pueden
pagar porque han perdido su trabajo? ¿Son necesarias
modificaciones de las leyes?, pues hagámoslas, seria,
responsable y democráticamente.
En
estos días hemos podido conocer las propuestas de un grupo de
jueces que elaboraban un informe para el Consejo General del Poder
Judicial. En este documento se hace un examen crítico de la
mala praxis
seguida por la banca al extender créditos con ligereza y
comercializar irresponsablemente productos financieros complejos.
Sugieren extender al ciudadano sobreendeudado una parte de los
beneficios y ayudas que la banca recibe del Estado, para evitar la
ruina de esas personas y su exclusión social, y distribuir así
las consecuencias de la crisis económica. Proponen el concepto
de deudor hipotecario de buena fe, estableciendo la dación en
pago regulada obligatoriamente, la modificación del
procedimiento de ejecución hipotecaria, atribuyendo al juez la
facultad de acordar moratorias de pago, medidas para que el deudor
pueda continuar en su vivienda mediante arrendamiento. Un modo más
humano de tratar a las personas para no dejarlas en la calle sin más.
Todas
estas iniciativas requieren cambios en las leyes, cambios necesarios
que muestran que para salir de la crisis no podemos permitirnos una
democracia por debajo de nuestras necesidades. El PSOE ha tomado la
iniciativa política elaborando una proposición de ley
de medidas contra el desahucio, el sobreendeudamiento y la
insolvencia. Establecer nuevas condiciones que aumenten el plazo de
pago, el alquiler social para seguir viviendo en su casa si se
ejecuta la hipoteca, la dación en pago obligatoria y medidas
que prevengan el alto endeudamiento en el futuro, son algunas de las
propuestas de los socialistas para abordar este drama humanitario.
Pudimos hacer más cosas y mejor cuando gobernamos y el precio
político ante la ciudadanía está pagado en las
urnas con creces. Ahora es tiempo de mirar al futuro sin hipotecas,
con sensibilidad ante los que lo pasan mal, inteligencia para
elaborar alternativas y coraje para plantear causas que abran
ventanas a la esperanza de una salida justa a la crisis.
Publicado en La Opinión de Málaga el 31 de octubre de 2012.