miércoles, 20 de febrero de 2013

AL FUEGO LENTO

     En su disco Reversos, Javier Ojeda versiona magníficamente el poema de José María Hinojosa Idea, cuyos primeros versos dicen: Al fuego lento, templé la guitarra, de mi pensamiento. El saber se templa en el fuego lento del tiempo para la lectura, la reflexión y el diálogo. Las cosas bien hechas necesitan su tiempo, son incompatibles con las prisas, esas que según decía mi padre son propias de los ladrones y los malos toreros.
       El ritmo frenético de los acontecimientos en esta era de las autopistas de la información es incompatible con la capacidad del ser humano de convertir esa información en saber para actuar en consecuencia, tomando decisiones inteligentes, justas y que resuelvan problemas. Es la tiranía del dominio de una realidad creada por poderes que se escapan a la capacidad de los gobiernos democráticos para defender a la ciudadanía. Uno tiene a menudo la sensación de que se gobierna a impulsos, corriendo como pollo sin cabeza hacia no se sabe donde.
      El Departamento de Negocios, Innovación y Habilidades británico recientemente hacía público un informe titulado «El futuro del comercio informático en los mercados financieros», en el que alerta del incremento de la contratación bursátil realizada por computadores frente a la hecha por agentes de bolsa tradicionales. Conforme advierte este organismo público encargado de fomentar el crecimiento económico, el mercado y la innovación en el Reino Unido, la contratación hecha por máquinas informáticas supone ya el 30% de las operaciones en Londres y puede superar ya el 60% en Estados Unidos. Con una tendencia al alza progresiva.
      No hemos reflexionado suficientemente sobre este proceso de deshumanización en la toma de decisiones financieras, que se suma a la realidad en unos mercados internacionales peligrosamente desregulados. Un combate desigual en el que las limitaciones del ser humano y su capacidad de errar se encuentran en clara desventaja ante decisiones que desestabilizan gobiernos, mandan al paro a millones de personas y sacrifican el futuro de generaciones. Decisiones que tienen efectos instantáneos y se producen a una velocidad inabarcable para la inteligencia humana, sin posibilidad de contrarrestar los dramáticos efectos que provocan en las economías y las vidas de las personas.
      Recientemente escribía el director de este diario un artículo a propósito de la necesidad de aprobar una rigurosa Ley de Transparencia, en el que pedía a los partidos abordar con seriedad, y no con urgencia este problema. Ésta y otras cuestiones necesitan profundas reformas radicales, que sean consecuencia de un debate a fondo, de modo participativo, que ataje de raíz los males que nos asolan. Reformas que no se limiten a un maquillaje superficial para salir del paso, sino que nos sirvan para construir respuestas actualizadas a las exigencias de libertad, igualdad y convivencia fraterna entre los seres humanos investidos como ciudadanos.
       Que lo urgente no nos distraiga de lo importante. Definir lo que es importante es el primer paso para ponerse a la tarea transformadora y para ello es indispensable una ciudadanía con una opinión formada. Vivimos en un mundo incierto, en el que la sobreabundancia de información actúa a menudo como un obstáculo para encontrar la solución a un problema o para averiguar la verdad de los hechos. Por las redes circulan a toda velocidad versiones contradictorias, interpretaciones dispares, mentiras interesadas y medias verdades.
    Ahora más que nunca cobra importancia la existencia de una prensa libre para una democracia sana y vigorosa, hecha por profesionales que traten con rigor la información, que promuevan debates plurales en los que las ideas se contrasten con la única fuerza de su capacidad para argumentar, donde tenga espacio de libertad para expresarse la opinión fundamentada, para una lectura sosegada y reflexiva. Cada vez que desaparece un periódico la democracia se vuelve más pequeña, más famélica, más indefensa.
      Necesitamos tomarnos nuestro tiempo, el tiempo necesario para hacer bien las cosas. Las mimbres con las que se hacen las buenas decisiones requieren el fuego lento de la lectura, la reflexión y el diálogo. Las respuestas apresuradas que sólo buscan un titular efectista son una trampa que únicamente puede conducirnos a generar más frustración. Nuestra ética debe estar dispuesta a vencer la inmediatez forjando la voluntad de dirigir nuestra vida por la senda de los sueños posibles.
Publicado en La Opinión de Málaga el 20 de febrero de 2013.