martes, 25 de febrero de 2014

CULTURENSES

            En La audacia de la esperanza, donde Barack Obama desarrolla el programa político que le llevaría a la presidencia de Estados Unidos, escribía sobre como muchos de los males que nos aquejan proceden de una quiebra cultural que no puede curarse sólo con dinero y que nuestros valores son al menos tan importantes como nuestro Producto Interior Bruto. Un concepto integral de la cultura que supone entenderla como motor del cambio social, donde la vanguardia del pensamiento y la creación artística alumbran ideas de futuro.

            El analista político y periodista Andrés Ortega, en su recientemente publicado libro Recomponer la democracia recuerda las reflexiones de Ortega y Gasset en torno a las épocas críticas de la historia, en las que se hace necesaria la transformación del sistema político, el alumbramiento de una nueva política, de una renovada actitud histórica que libere las energías creativas existentes para actuar conforme a usos nuevos que dejen atrás viejos abusos.

            La cultura es determinante para promover la capacidad de reflexión crítica y la relación de las personas con su entorno social. El hombre y la mujer libres como sujetos de la vida política de la comunidad. Una de las cuestiones que han facilitado la permeabilidad de los valores individualistas neoconservadores, tiene su origen en la consideración de las personas como consumidores pasivos de productos culturales, en lugar de tratarlas como ciudadanas y ciudadanos actores de su tiempo, protagonistas de la actividad cultural en su entorno más próximo. En las ciudades la cultura tiene un enorme potencial para convertir las aglomeraciones urbanas en verdaderas polis, en comunidades de convivencia cívica protagonizadas por una ciudadanía activa cultralmente.

            La naturaleza humana es fundamentalmente cultural. Somos seres que vivimos en un complejo de relaciones sociales, que nos desarrollamos en un devenir histórico interconectados mediante el lenguaje, la palabra, la comunicación en todas sus expresiones simbólicas y artísticas. El diálogo cultural impulsado por intelectuales y creadores, genera oleadas de pensamiento y sentimientos que conmueven las conciencias de la gente. Van surgiendo nuevos consensos colectivos a través de la socialización de saberes e ideas nuevas, superando las adquiridas hasta el momento con la extensión de la conciencia crítica ante la realidad social, política y económica.

            Una política cultural progresista tiene que diferenciarse de la visión conservadora de lo cultural haciendo bandera de su defensa como derecho. Para ello es necesario separar, redefinir, articular dos realidades conectadas pero diferenciadas. Por una parte el derecho de la ciudadanía a acceder activamente a la cultura y la defensa de la industria cultural como factor de progreso económico y creación de empleo de calidad.

            Una de las mayores amenazas de los recortes financieros en el ámbito de las políticas culturales que estamos sufriendo, está en la disminución dramática de la diversidad cultural y por consiguiente de la calidad de nuestra democracia. Una enorme multitud de ideas y proyectos de varias generaciones están en riesgo de perderse sin remedio, con un considerable daño irreparable en los terrenos creativo y económico. Atender la cultura como si fuese una mercancía más dentro del tráfico económico sometido exclusivamente al mercado, contribuye a la banalización de la misma al considerarla un producto más de la sociedad de consumo. Se está extendiendo peligrosamente una visión que la iguala a entretenimiento y ocio prescindibles en tiempos de escasez, que no merecen ayuda pública en tiempos de ajustes presupuestarios.

            A esta triste realidad tenemos que añadir el maltrato nada inteligente desde el punto de vista económico de la subida del IVA en un 162%. Este castigo está destruyendo un sector de actividad no deslocalizable sin haber servido para aumentar la recaudación para la Hacienda Pública. Una medida que no consigue aumentar los ingresos y que hace daño a un sector de la economía española destruyendo más empleo, sólo puede significar dos cosas, o Rajoy preside un Gobierno de incompetentes o actúa por motivaciones ideológicas para castigar a ese nido de progres, a los de la ceja amigos de Zapatero. Aunque visto lo que estamos viendo en el ecuador de su legislatura pienso que se trata de las dos cosas a un tiempo.

            Mientras mantengamos vivo el fuego del inconformismo, de la reflexión crítica ante la realidad de nuestro tiempo. Mientras la expresión de las artes y las letras, con las formas, la palabra y el gesto, alumbren el camino desde lo posible para alcanzar lo soñado. Mientras seamos capaces de construir entornos de convivencia cívica en los que la ciudadanía viva activamente la cultura como motor de cambio, habrá esperanza para nuestro futuro. Un futuro de ciudades habitadas por ciudadanas y ciudadanos libres, iguales y fraternos. Culturenses.

Publicado en La Opinión de Málaga el 25 de febrero de 2014.