Existe un principio jurídico de origen en el Derecho Romano, según el cual para determinar la autoría de un crimen resulta esclarecedor preguntarse cui
prodest, ¿a
quién beneficia?. Séneca lo expresaba con certeza en su
Medea, “cui prodest scelus, is fecit”, aquél a quien
aprovecha el crimen es quien lo ha cometido.
En estos tiempos oscuros que nos ha tocado vivir, se está cometiendo delante de nuestras narices un crimen contra el Estado social. El que construimos entre todos como modelo democrático de convivencia en la Constitución, tras cuarenta años de opresión y atraso respecto al resto de Europa. Se nos cuenta que todas las medidas que se están tomando son por nuestro bien, que tenemos que hacer un esfuerzo para sanear la economía del país y recuperar la senda del crecimiento y la creación de empleo. En definitiva, que todos los sacrificios que se nos piden son en nuestro beneficio.
En estos tiempos oscuros que nos ha tocado vivir, se está cometiendo delante de nuestras narices un crimen contra el Estado social. El que construimos entre todos como modelo democrático de convivencia en la Constitución, tras cuarenta años de opresión y atraso respecto al resto de Europa. Se nos cuenta que todas las medidas que se están tomando son por nuestro bien, que tenemos que hacer un esfuerzo para sanear la economía del país y recuperar la senda del crecimiento y la creación de empleo. En definitiva, que todos los sacrificios que se nos piden son en nuestro beneficio.
En busca del equilibrio del presupuesto, el Gobierno aumenta la presión sobre las rentas del trabajo, sube el IVA e incrementa las retenciones a los profesionales. Existen medidas alternativas como perseguir eficazmente el fraude fiscal, el de las grandes fortunas y las grandes corporaciones, la recuperación del impuesto sobre el patrimonio, el aumento de la fiscalidad más sobre los que más tienen y la lucha contra la evasión de capitales.Pero esta elección supondría repartir las cargas de la crisis con más justicia y seguramente no resultaría beneficiosa para los poderes económicos.
Se
nos dice que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que
ahora toca reducir el tamaño de nuestros ayuntamientos,
comunidades autónomas, parlamento, servicios públicos,
de nuestra democracia. Sin embargo, no he escuchado a nadie decir que
tenemos parroquias y curas por encima de nuestras posibilidades. La
Iglesia es la gran ausente en los recortes de este Gobierno de la
derecha ultracatólica. No estaría de más que
soportara cristianamente parte del esfuerzo que se nos pide a todos,
pagando el IBI como todos los ciudadanos y reduciendo la aportación
del Estado al mantenimiento de su estructura. Hay que recordar que la
aportación de la Iglesia a la encomiable labor social de las
Caritas Diocesanas no llega al 5%, el resto de la financiación
de sus programas de atención a los que más sufren la
crisis se reciben de las diferentes administraciones. Pedir un
esfuerzo solidario a la Iglesia seguramente no sería
beneficioso para la jerarquía eclesiástica.
Se
recorta la joya de la corona del Estado de bienestar español,
nuestro sistema de salud que garantiza prestaciones universales de
alta calidad a costes más que razonables. Un modelo sanitario
que ha favorecido la alta cualificación de nuestros
profesionales de la medicina. Una salud para todos que favorece que
la investigación biomédica sea una realidad pujante en
España. Y se recorta bajo la capa que todo lo tapa de la
“inviabilidad financiera”. Pues bien, también en esto hay
alternativas y desde Andalucía marcamos camino. El Gobierno de
la izquierda de Pepe Griñán planteó una subasta
de medicamentos para reducir costes sin mermar calidad en la atención
sanitaria. Pero esta medida chocó con la oposición
frontal del Gobierno de Rajoy, tal vez por no ser beneficiosa para la
industria farmacéutica.
Se
nos plantea la necesidad de rescatar al sector financiero, sanear
bancos y cajas de ahorros para que fluya el crédito nuevamente
a empresas y familias y la economía funcione de nuevo. Un
rescate a un sector donde descubrimos de la noche a la mañana
que Bankia no tenía los millonarios beneficios que decía,
sino que era un profundo agujero negro que crecía a medida que
íbamos sabiendo más sobre su nefasta gestión,
sin exigir responsabilidades a sus gestores. Es hora de plantearse
seriamente inyectar dinero con la garantía de todos para
sanear la banca española, pero hacerlo pasando por rescatar a
la gente de la losa insoportable que suponen sus deudas hipotecarias
que no pueden pagar por la pérdida de su trabajo. Pero pedir
responsabilidades a los gestores de las entidades financieras y
rescatar a las personas antes que a los bancos, seguramente no sería
beneficioso para los poderes financieros.
La
próxima vez que le anuncien medidas contra la crisis,
pregúntese cui prodest, a quien benefician, si ninguna de
ellas va encaminada a defender la protección del Estado de
bienestar, si ninguna de ellas tiene como finalidad reactivar la
economía y crear empleo, desconfíe y sospeche mucho.
Alguien le está robando el futuro, el suyo y el de sus hijos.
Publicado en La Opinión de Málaga el 10 de octubre de 2012.
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